La vela de tres pabilos

La vela de tres pabilos

Leyenda basada en hechos sucedidos en Valladolid de Michoacán, en el siglo 18 (relato condensado). Por Ricardo Espejel Cruz, 2017.

Existió en la antigua Valladolid una pareja, padre e hijo, que vivían apenas al día, por ser muy pobres. Eran los dos solos, ya que la mujer de la casa, madre del pequeño, había salido lejos y nunca más se supo de ella.

En una ocasión en que ayudaban a sacar el material de una letrina, ubicada en una casona española, el pequeño, que apenas podía mirar a través de la máscara que utilizaba para que el hedor no le matara, se recargó en una pared del sótano inmundo y la loza se venció en parte.

Descubrió un pequeño hueco, y en el interior, sólo había una vela, gorda, de tres pabilos, fea, color marfil sucio, y que parecía nunca haber sido usada.

La vida de ambos cambió al encender la vela…

Esa noche, al prender los tres pabilos con un par de pedernales, sucedió un prodigio: en vez de proyectarse las sombras de los pocos muebles de la casa, de la mesa, las dos sillas y de sus ocupantes, en una de las paredes de madera se veían sombras que se movían caprichosamente.

A manera de curiosidad, el señor colgó el mantel de la mesa en la pared, y ambos, padre e hijo, vieron una especie de memoria proyectada en su prenda: reconocieron a una persona, cuya figura se dibujaba entre sombras y chispazos de luz.

Esta persona, parecía con las sombras, andaba en un bosque y se encontraba con otras, que le sometían y golpeaban.

Acudió nuestro pobre y asustado hombre con la familia del caballero que se aparecía por las noches, al calor de aquella misteriosa vela de tres pabilos, y le comentaron que nada se sabía de su paradero: ni las autoridades virreinales ni el resto de sus familiares, los del rumbo de Guarachita, conocían más detalles de su fin. Le sugirió la esposa del noble: “Cuando se le aparecen las sombras esas, ¿Por qué no les pregunta qué es lo que quieren decir?”

¿Quiénes eran los seres que se aparecían en las sobras proyectadas por la vela de tres pabilos?

Tomando valor, se atrevió nuestro hombre a preguntar qué era lo que querían. Como si se tratara de un lenguaje mudo, apareció una cruz entre las volutas de humo, que en ese caso significaba posiblemente un digno entierro. Preguntó entonces dónde era que estaba el cuerpo del ánima en pena, y aún más: quiénes eran los culpables.

Otra noche esperó la oportunidad de quedarse solo (dejó a su hijo pernoctando en el convento de San Francisco), y le solicitó a las visiones que sólo le mostraran dónde estaba el cuerpo que debía ser llevado a camposanto, y dónde encontrar lo que le habían robado, el resto de la historia se podría o no conocer. Las imágenes fluyeron: al final de la Hacienda de Quirio, pasando el llamado camino de los Tres Puentes de Valladolid, lugar identificado por su rústica construcción y su inconfundible fachada. Atrás estaba un humedal, también fácil de reconocerse. En un claro del bosque habían enterrado al caballero Martín. Y respecto a los culpables, el humo dibujó un árbol de moras, un corazón y un arroyo.

Dos padres tuvieron que ayudar a descifrar el misterio…

Cuando consultó con el padre de Capuchinas, y a su vez éste pidió ayuda a un jesuita que le auxilió a descifrar los símbolos que daban santo y seña de los criminales y de su víctima, se urdió un plan para atrapar a los culpables.

Simulando una traición de parte de uno de los malhechores al resto de ellos, los obligaron a acudir al sitio donde habían sepultado a su víctima.

Al verse descubiertos por los guardias de la alcaldía mayor de Valladolid, se incriminaron entre ellos, con el resultado de que la esposa de la víctima y un primo de ella, habían hecho un complot para robar y asesinar a Martín Mendoza, y quedarse con todos sus bienes.

La pobreza terminó cuando padre e hijo recibieron una inesperada recompensa…

Al ser atrapados los culpables, con la ayuda de Guillermo, se resolvió el misterio de la desaparición de Martín Mendoza, además de que el pobre hombre que había usado la vela, recibió una última visión, donde se le mostraba el sitio justo donde se había enterrado un tesoro, en el pasillo que dividía el edificio anexo a la Capilla de Ánimas del edificio de dicho recinto religioso. Dicho tesoro, era el justo pago a sus servicios.

Calzada, Acueducto y Capilla de Ánimas, por Mariano de Jesús Torres.
Calzada, Acueducto y Capilla de Ánimas, por Mariano de Jesús Torres.

Muchos años pasaron, Valladolid cambió de nombre y en el siglo XX, la casa donde había sido encontrada la vela fue demolida, en sus sótanos se encontraron misteriosos pasadizos, muñecos de los usados en las ceremonias de magia negra, y varias velas de tres pabilos, idénticas a la que había dado origen a esta historia, que según se averiguó, habían sido elaboradas en parte con grasa humana…

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