Este templo existió tentativamente entre 1580, año en que se trasladaron los poderes civiles y eclesiásticos de Pátzcuaro a Valladolid, hasta el año de 1919, en que según la narración inserta se explica. De esta capilla tenemos datos de dos fuentes, primero el Lic. Mariano de Jesús Torres:
Concepción, Capilla de la. His. Al Sur de Morelia, completamente en la orilla de la ciudad existía una capilla, perteneciente al barrio de indígenas de ese nombre. Se cree que fue el primer templo que hubo en la antigua Valladolid; pero si no fue así, al menos, puede asegurarse que es de los más antiguos, pues se levantó en uno de los barrios que se fundaron al hacerse la traza de la ciudad y corresponde a los indígenas que allí se instalaron. Mientras vivieron los naturales de ese barrio, se sostuvo el culto de dicha capilla en la que se veneraba la imagen de la Purísima Concepción, y un santo Cristo, que se llamaba “Señor de la Concepción,” y era uno de los que salían en la procesión de Cristos, la tarde del Jueves Santo, tornando a su templo de una manera solemne el Sábado de Gloria, acompañado del Señor de San Pedro, y del de los Canteros que existía en Capuchinas. Con motivo del reparto de tierras de las comunidades de indígenas, cada uno de los parcioneros fue vendiendo su parte a extraños, y otros fueron falleciendo, al grado de no quedar ni uno. No haciendo ya quien sostuviese el culto, la capilla fue quedando en abandono, al grado que comenzó a arruinarse. Entonces unas dos pobres mujeres, llamadas Josefa y Micaela Méndez, procedentes de los antiguos indígenas, recogieron las imágenes, las campanas y adornos de la capilla y los entregaron a la autoridad eclesiástica. Habiendo muerto las Méndez, un sobrino suyo, vendió el terreno donde está la capilla, que de día en día se va arruinando más por el abandono en que ha quedado, viéndose cubierta de yerba y entregada al mayos descuido.
Torres, Mariano de Jesús. Diccionario Histórico, Biográfico, Geográfico, Estadístico, Zoológico, Botánico y Mineralógico de Michoacán, Morelia, Imprenta particular del autor, 1915, Tomo I, p. 432-433.
Por otro lado, el Dr. Jesús García Tapia aporta muchos datos al respecto de este templo, (gran parte de su libro Siluetas Uayangarenses, del que se imprimieron solo 500, trata de la Capilla de La Concepción, y su esposa Marina Quintana hizo un cuadro de dicha capilla, incluída en la galería fotográfica), ya que él creía que había sido la primera Catedral de la antigua Valladolid:
Este pequeño Bosquejo Histórico, denominado: “SILUETAS UAYÄNGARENSES”, fue escrito a instancias del Sr.Dr.D.Julian Bonavit, el que ha escrito entre otras cosas, la Historia del Colegio de San Nicolás.
Narrábale algunos pasajes del Colegio de San Miguel y del Templo de la Concepción , tomado del acervo documental de mi biblioteca. Se interesó tanto en mis diletantismos históricos, que, no obstante sus años, y esclarecida personalidad un día se sirvió honrar mi humilde morada, con el exclusivo objeto de estimularme a pergeñar este pequeño trabajo, que diera a conocer el canto milenario, que en la urdimbre sutil de la narración, se conserva de padres a hijos, endulzando el solas de la vida, que solo nos la hace comprender, esa salsa de la historia, que es la leyenda y crónica de los seres que recuerdan a los seres, de los sucesos que recuerdan los sucesos; narración de narraciones; vida de vidas; cantar de piedras ruinosas impregnadas de pátina de los siglos y que fueran majestuosos monumentos y son ruinas de ruinas, que tal es la historia y la leyenda, que nos hace entrara a la eternidad del pasado, para conocer la vida inmortal de los seres, las almas y las cosas, que por su virtud, su valor histórico o su saber, entran a la historia, aureolados de la gloria o el amor a la humanidad.
Todo esto es nuestro primer Templo, nuestro Colegio de San Miguel, nuestro milenario “Bosque Cuauhtemoc”, antes de San Pedro y primitivamente Patzinyegui de Uayángareo, donde por sus sobrias avenidas, cercadas de añosos árboles, aun se respira vida e historia, cantadas por la leyenda y traídas al recuerdo de la brisa suave que añora aquellos tiempos idos de la redención del paria hecho indio y bestia por el ladino conquistador, en contraste con el celo apostólico del misionero, que lo hace gente con derechos de ciudadano.
En los días en que el Dr. Bonavit me visitó, un grupo de Michoacanos Ilustres radicados en México, deseando honrar la memoria del esclarecido Dr. D. Miguel Silva, envió a varias personas de Morelia, una circular pidiéndole su opinión relativa a los medios que deberían ponerse en práctica para lograra el mencionado deseo.
Como por entonces el Gobierno pretendía rematar el sitio donde existió la Capilla del Pueblo de la Concepción , pensó el mencionado Dr., que dicho lugar estaría muy a propósito para edificar ahí un hospital que llevara el nombre el eximio Dr. Silva, conservando la Cruz que actualmente recuerda la existencia de ese Histórico pueblito; o bien, poniendo una placa en el hospital que permitiera perpetuar su memoria, y como el citado Doctor Bonavit, sabía que yo tenía datos importantes relativos a ese pueblito Pirinda y estaba escribiendo “Siluetas Uayángarenses”, me pidió insistentemente que entre ellas no dejara de mencionar de una manera especial las noticias que respecto a ese simpático pueblito le di., pues me manifestó que tenía mucha importancia para la “Historia de Morelia”.
No habiendo podido realizarse el deseo del Grupo Michoacano, antes mencionado, fue vendido el terreno en donde estuvo ubicada la Capilla de la Concepción al Colegio Antonio Plancarte, el que está construyendo en el lugar mencionado un hermoso edificio, el cual según me dice el mismo Doctor Bonavit, de quien es bien conocido el adelantado Plan de Enseñanza que allí se llevara a cabo, que ese Plantel honraría Morelia y servirá para dar una basta instrucción a la altura de la época, que abrirá nuevos horizontes a las señoritas de todas las clases sociales que la concurran.
García Tapia, Jesús, Siluetas Uayangarenses, Editorial Uayángareo (Imprenta Particular del Autor), Morelia, 1951.
NOTA: El libro existe impreso, pero el Dr. Gerardo García, hijo del autor, tenía un blog denominado “Revolución Michoacana” donde subió gran parte de la información escrita por el Dr. Jesús García Tapia. El libro estaba disponible en el blog pero la página dejó de existir, así que con su autorización, yo volví a subir el libro en mi sitio, está disponible en esta url: SILUETAS UAYANGARENSES. Es por ello que NO aparecen números de página en las fuentes bibliográficas o en las citas de información de dicho libro.
En el capítulo XVI del libro Siluetas Uayangarenses, se habla de la demolición de los templos de San Pedro y La Concepción:
CAPITULO XVI.
DEMOLICION DE LA CONCEPCION Y DE SAN PEDRO
El 21 de agosto de 1916, en solemne acto cívico, fue denominado, el legendario y umbroso “Bosque de San Pedro”, con el nuevo nombre de “Bosque Cuauhtemoc”.
El acto cívico, lo presidió el señor General Gabriel Cervera Riza, en representación del Gobernador Militar del Estado, el General Alfredo Elizondo; el Secretario de Gobierno Prof. Candor Guajardo y el General Antonio Mora. No estuvo presente el General Elizondo por haber salido a Querétaro, cumpliendo con un llamado del Primer Jefe Dn. Venustiano Carranza.
Durante algunos meses, estuvo colocada en un pedestal, una efigie de madera, del emperador Cuauhtemoc, cuya representación artística hecha por el maestro Jara y Ramón Chávez, fue destruida por la acción del tiempo y de la lluvia. El pedestal construido de Cantera, todavía subsiste situado a una cuadra al norte del zócalo central; en su base hay una placa de mármol, con esta inscripción: Al Insigne Cuauhtemoc, Símbolo del Valor y Estoicismo de una Raza”. “El Primer Ayuntamiento Libre de Morelia dedica este recuerdo”. Agosto 21 de 1916” .
El referido pedestal espera se realice el proyecto de colocarle una estatua de bronce, del joven abuelo Cuauhtemoc, que eternice su hiperbólico estoicismo y haga memoria del arquetipo de la raza indómita.
A fines del año de 1916, fue destruido el vetusto Templecito de San Pedro, del cual Ramón Chávez, (Tabaquillo), tomó a pluma el dibujo que hoy ilustra este trabajo.
…
Volviendo a nuestro templo primitivo de “ La Concepción ”, diremos, que si no era suntuoso, si era lujoso y artístico; sus altares eran de madera tipo churrigueresco, dorado a fuego; la nave no era muy grande, pero si espaciosa y basta para su época; el techo era de vigas grandes y gruesas, colocadas una a otra, con espacio de unos 30 cms, cubiertas de tejamanil y luego con una gruesa capa de terrado, como eran las viejas casas de Morelia, cuyos techos sostenían una gruesa capa de tierra blanca, impermeable, llamada tiza, que en épocas de lluvias arrastraban gran parte de ella, por sus largos canalones que caían a la calle. Así era el techo del templo. Al lado sur de la nave, caían los canalones que regaban una huerta o jardín, que había de ese lado.
La nave estaba colocada de oriente a poniente, y su frente o frontispicio, miraba hacía este último lugar. Todavía en el siglo antepasado, se festejó uno de los aniversarios de su fundación. La hoy calle de Ortega y Montañez, antes de Iturbide, y más antes de el Higo, conocida también por la primitiva calle Real; fue exactamente esta: “La primitiva Calle Real de Uayángareo”. Y el año de 1885, (última festividad religiosa de que tengo noticia), se engalanó con banderitas de papel, hubo música de viento, Chirimías, danzantes, cohetes y todo lo que ha menester, en estos casos de jolgorio y de recuerdo del nativo que hace vibrar en su alma primitiva, ésta si: “Limpia y pura de toda mácula que nos trajera el ibero, lacrado de atavismos”.
Eran en mi poder, unas primitivas escrituras, del terreno donde hoy tengo mi humilde casa. Ellas se me extraviaron en un juzgado, al hacer unas informaciones testimóniales de un predio de este mismo terreno de la antigua Hacienda de la Concepción. En estas escrituras se estipulaba, que al norte, el predio referido, se limitaba, con la antigua calle Real del primitivo pueblo de Uayángareo.
El señor Don Vicente Arango, excelente amigo mió, me dice haber asistido, a esta festividad, y que ya estaba tan vetusto todo lo que era de madera en el Templo, que cuando sonaba la tambora o los cohetones con que se celebraba el aniversario, al retumbo, se cimbraban las vigas del techo, y a chorros llovía la polilla, que el se salió temeroso de que el techo se le viniera abajo.
Ese año de 85 [1895], fueron trasladadas las campanas a la torre del templo de Capuchinas, del cual era Cura Párroco el Padre Parrita, que lo fuera antes de la Concepción , y no quiero dejar olvidado a un santo sacerdote, oriundo de Santa María de los Altos, el señor Dn. José María Espinoza, quien fue también uno de los últimos párrocos de este Templo.
El señor Espinoza, fue uno de los hombres más altruistas de su época, figuró no sólo por su amor a los pobres, sino también al lado de Dn. Bernardino Loreto, porque cultivaba la poesía y la música, fue grandemente estimado del chatito Martínez Avilés, a quien dio letra para una de sus primeras obras musicales. Vio la luz primera el 19 de marzo de 1810, y murió aquí en Morelia, por el barrio de la Aldea , el 16 de enero de 1871, desempeñando una Canonjía en Catedral, fue muy sentida su muerte, pues toda la ciudad vistió de luto, y la voz popular lo llamaba: “El Apóstol de la caridad”.
El año de 1852, en el gobierno del señor Lic. D. Melchor Ocampo, el primitivo Bosque de San Pedro les fue canjeado a los indígenas por terrenos ubicados en el rancho del Aguacate y otros barrios de la ciudad. (Este dato lo recibí de mi buen amigo el señor D. Alfredo Zavala, quien lo tomó del Archivo del Registro Civil).
Desde esa época se dedicó el Bosque a Paseo Público, empezándose a despoblar este lugar y a quedar abandonados los templos de la Concepción y San Pedro, por lo que fue decayendo el culto en lo que antes era concurrido por la mejor sociedad de Valladolid que tenía por “chic” ir a misa muy de madrugada a cualesquiera de estos dos templos, que les permitía cumplir con su devoción religiosa y les brindaba la ocasión de un magnífico paseo matutino donde la brisa perfumada por los pinos y fresnos les hacía agradable la mañana.
Por orden del señor Ocampo, un ingeniero recién llegado al país, en ocasión del filibustero Gastón de Raousset Boulbon, en cuyas filas militó, salvando la vida gracias a una hermosa dama michoacana, y el cual no es otro que el señor Guillermo Wodon de Sorine, quien hizo los primeros proyectos de urbanización del Bosque, hasta dejarlo en las condiciones que hoy presenta pues antes de esta fecha, era un Bosque de maleza cruzado por veredas sinuosas e intrincadas; terminándose la urbanización en el año de 1907, en que fungió como Presidente Municipal el señor Prof. Rabel Elizarraraz, quien sustituyó interinamente al señor D. Lauro Guzmán.
A fines del siglo pasado, vivía en la calle de “ La Flor ”, hoy Emiliano Zapata, D. Próspero Ávila, que era copropietario de los baños que existían en la calle sur del Mercado Comonfort, por toda la acera, donde hoy tiene su comercio el Sr. D. Ramón Sáenz. El señor Ávila aparte de esos baños, tenía una galera de teja, al sur del templo de la Concepción , a orillas del Río Chiquito. A este señor le fueron vendidos los altares de madera recamados de oro de los templos de la Concepción y San Pedro, y con ellos fueron atizados los hornos de la galera y de los baños, y recuerdo que el padre Parrita, con humorismo y escandalizado por el hecho, relataba a mi señor padre como el sacrílego señor Ávila, al extinguirse el fuego de los hornos, extrajo buenos tejuelos de oro fundido. Mas no sólo se lo oí relatar al Padre Parrita, cuyos recuerdos de mi infancia son imprecisos; se lo oí relatar también al Canónigo D. Rafael Ávila, que era compadre del señor mi padre. Este dato lo ha afirmado el señor Cura José María Núñez. El señor D. Felipe Breña, intentó evitar la destrucción de los altares de dichos templos pero no tuvo éxito.
No quiero dejar olvidado al señor D. Felipe Breña, Regente del Colegio de San Nicolás, Presidente Municipal de Morelia, y uno de los Maestros fundadores de la escuela de Artes. En Unión del señor mi padre, proyectó hacer con. D. Mariano de Jesús Torres, un museo histórico de Morelia. Para ello dedicó mucho tiempo descuidando sus propios asuntos y quedó después en la miseria, hasta sufrir las consecuencias de injusto embargo, por el cual perdió sus cuadros pictóricos. Debido a la esposa del señor D. José López, se salvó el cuadro pictórico que representa el templo de la Concepción , encontrándose en la casa núm 459 de la calle Virrey de Mendoza, habitación de la respetable familia López, y quien gentilmente facilitó dicho cuadro, para que mi esposa Marina Quintana llevara acabo una reproducción exacta de aquella obra artística.
Gracias al señor Breña, se salvó para la historia la fachada de la Concepción y algunos datos descriptivos, que conseguí en viejos libros y añejos y apolillados manuscritos y de la tradición
A fines del año de 1919, siendo Gobernador del estado, el señor Ing. D. Pascual Ortiz Rubio, fue expedido una orden para completar la demolición del templo que se menciona. A fin de aprovechar la cantera para obras públicas, fue hecha guijarros por una máquina quebradora que instalaron al lado poniente de la hoy Escuela Normal.
La torre estaba completamente cuarteada, pero firme y erguida, como un centauro de la antigüedad, y cosa rara, la torre se desplazaba de mampostería solamente en la parte alta, desde donde terminaba el muro de la nave del templo, todo lo demás, base de la torre y muros del templo, eran de adobe, tan bien construidos, que después de tres siglos y medio, estaban como si se hubiesen acabado de hacer; su tamaño era de un metro por 80 cms, y de unos 25 cms de grueso. Recuerdo bien que arriba en los andamios, cuando los albañiles los despegaban, al levantarlos apenas podían con ellos tres hombres, para arrojarlos al suelo, donde caían con gran estrépito levantando una nube de polvo; uno de los albañiles exclamó, al ver que muchos de ellos caían casi enteros: “Mira manito, si parecen canteras…”, y otro le contestó: “Si vale”, como que les falta un grado para ser mármol…”
Para tirar la torre, estuvieron presentes el Ing. García de león y un señor Calderón. Instalaron una máquina aplanadora de 20 toneladas, manejada por el maestro mecánico D. Francisco Vázquez, quien vive y tiene su taller en la calle de Luis Moya Núm. 342. Entre un campanario y otro, sujetando una de las esquinas de la torre, se pasó un cable grueso de henequén, asegurando el nudo convenientemente; la otra punta del cable se sujetó a la máquina aplanadora, la que se puso en marcha lenta; pero acelerando sus impulsos de tracción, lograse derribar la torre con estrépito, ante el júbilo de la chiquillería que a distancia presenciábamos la maniobra. Este cable fue el mismo que se usó para colocar la estatua ecuestre del Generalísimo José MA. Morelos, en el pedestal que aun existe.
García Tapia, Jesús, Siluetas Uayangarenses, Editorial Uayángareo (Imprenta Particular del Autor), Morelia, 1951.
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